viernes, 17 de octubre de 2014

De las patas en la fuente al ARSAT (por Pablo Mattesz para SOSTIENE K)

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De las patas en la fuente al ARSAT
(por Pablo Mattesz para SOSTIENE K)
Hay un Coronel que desde una ignota Secretaría ha construido una red que ya más nadie podrá destruir (“a pesar de las bombas, de los fusilamientos, los compañeros muertos, los desaparecidos, no nos han vencido”). Ha tocado amorosamente el hombro de ese Pueblo acostumbrado (obligado) a andar con la cabeza gacha, pidiendo perdón y permiso quién sabe por qué. Y lo ha hecho poner erguido, sacando el pecho, mostrando orgullo en su dignidad, reponiendo derechos, rompiendo la estructura laboral de patrones de estancia con que se ha gobernado la Patria desde que la misma es tal.
Y ese Pueblo (ya de pie) le responde en la adversidad. El Pueblo argentino camina. Camina para liberar a su líder. Camina acompañando a su Compañera. Camina para mostrarles a todos que de aquí en adelante ha decidido eso: caminar.
Ese silencioso torrente se hace ruidoso arroyo recorriendo barriadas. Y suma afluentes y ya es un río. Un río marrón de torsos torneados en el trabajo, sudorosos torsos morochos de hombres, mujeres y niños que caminan en busca de un sueño: liberar a su líder. Y no paran ni descansan hasta verlo aparecer en los balcones de la Rosada.
Es 17 de octubre de 1945. La epopeya se ha consumado. Los morochos colman el espacio de la Plaza de Mayo, la misma en la que durante Mayo de 1810 otro Pueblo (el mismo Pueblo) quiso saber de qué se trataba, y moja sus pies cansados en las fuentes de la Plaza. Pies ampollados por décadas. Pies acostumbrados al yute de las alpargatas, a los pisos poco amigables, a las piedras incómodas.
Nunca descansaron esos pies. Ni con la fusiladora, ni con las torturas en los sótanos del Congreso que, ayer nomás, había votado las Leyes que le habían posibilitado la jornada de ocho horas, el medio aguinaldo, las vacaciones, la creación de Chapadmalal para que veraneen los obreros, todas impulsadas por el Coronel que ya era General (que para siempre fue “mi General, cuánto valés”) desde la Presidencia de la Nación; ni con la proscripción, ni mucho menos con la heroica Resistencia de 17 años. Pero había más: más dictaduras donde los pies fueron picaneados, destrozados al arrancarse sus uñas. Y los pies daban vueltas a la pirámide de la misma Plaza en zapatos de madre. Y los pies siguieron andando en los escarpines de los que quedaron y reaparecen invictos cada tanto; y se levantaron de los cajones quemados y de las traiciones neoliberales; y de las alianzas fingidas para hacer y hacer más daño a esos pies cansados, fatigados, pero nunca vencidos.
Anduvieron tanto esos pies, que se arrastraron impulsados por un viento sureño firme. Y de tanto andar recuperaron un día la Rosada para los sueños y las fiestas populares. Y de tanto andar recuperaron derechos originados en las necesidades que señalaba su capitana, su guía espiritual eterna. Y volvió la dignidad y los pies siguieron andando guiados otra vez por una mujer; y de tanto andar un día carretearon. Y mientras carreteaban les crecían alas a los pies, alas enormes y hermosas, alas que hoy se abren majestuosas en la constelación de las naciones dignas. Dignas de volar alto como pocos pueden hacerlo.
Alas satelitales de barriletes cósmicos, como dice el relator del pueblo. Alas de pies que no descansan porque hacen la Historia mientras los demás, envenenados por el odio que los consume, sólo comentan.

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