jueves, 19 de febrero de 2015

                                                            "18 con “F” de facho"   
                                                                                            Por Pablo Mattesz para Sostiene K
 

Culminó la última puesta en escena del Poder Multimediático de la Argentina. Probaron con diversos arietes e instancias hasta hoy: pasó “el campo”, Lilita, Lanata, Mauricio, las corporaciones enemigas del pueblo todas, la esperanza hecha estampita con acento aspirado del narcodelta de la Embajada, los fondos buitre y sus cómplices internos... etc., etc., etc. y a todos el gobierno popular los derrotó en las urnas siempre o los doblegó con política (ese vocablo tan despreciado desde su tinta sustanciada con la sangre de nuestros hermanos).
Ayer lanzaron su última invención: el partido judicial. Un satánico conglomerado de fiscales (sólo seis de un número bastante superior) inútiles, corruptos, racistas, amigos de barrabravas, integrantes de organizaciones mediáticas casualmente capitaneadas por “Golpín”, farabutes que a lo largo de los veintiún años que dura el encubrimiento del atentado a la AMIA, entorpecieron, embarraron, cajonearon o ignoraron datos, nombres, pruebas, todo lo que pudiera contribuir al esclarecimiento del atentado más feroz de nuestra historia.
El 18 facho, esa caterva rindió homenaje a un Fiscal bastante opaco (como todos ellos), muy imbuido de los favores de los más oscuros personajes de los servicios de inteligencia, esa cueva inmunda desde donde sólo puede generarse conspiración, alcahuetería, buchoneadas, escuchas ilegales, etc. Un Fiscal que no movió un dedo sin la anuencia de la Embajada, cuestión más que probada y pública. Un personaje al que se lo devoró su propia burbuja construida a las sombras de los poderes más oscuros, esos que te pueden hacer habitar una torre o una tumba lujosas en un abrir y cerrar de ojos.
“Los Fiscales”, anuncian y anunciaron los deformadores de opinión. Y muchos tragaron otra vez el anzuelo. Tan necesitados de altavoces en donde verter su odio, donde escupir esa babeante impotencia de tener que tolerar que el desposeído haya levantado un poco, sólo un poco, la cabeza en estos doce años del lodazal en que ellos mismos lo han hundido con sus complicidades, sus verdaderos silencios oprobiosos, sus mezquindades de clase, sus falsos progresos.
Qué lástima que no se indignaron así cuando verdaderamente se encubría el atentado en lugar de votar mayoritariamente al gobierno que, además, generó la mayor pobreza y desocupación de nuestra historia. ¿Dónde andarían estos fiscales, estos jueces, estos políticos, estos periodistas, estos atildados ciudadanos, entonces? Porque entonces es que ocurrieron estas cosas. Y se asesinó al hijo del presidente (un verdadero magnicidio) dejando un tendal de testigos e implicados muertos en circunstancias más que sospechosas. Y se vendieron armas a países en guerra cuando éramos los supuestos garantes de la paz, para luego volar las pruebas en Río Tercero. ¿Dónde andaban los celosos guardianes de la República en los noventa? ¿Mirando a Tinelli? ¿Sonriendo cómplices cuando el embajador Di Tella hablaba de nuestras “relaciones carnales” con el Imperio?
Son hipócritas, son canallas, son mentirosos. Y quienes los siguen, quienes le hacen número a la comparsa de este golpe blando, también lo son. El tiempo de la inocencia murió. Háganse cargo de lo que contribuyen a gestar.

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