domingo, 14 de diciembre de 2014

LA LÓGICA DE LOS PERVERSOS por Pablo Mattesz para Sostiene K


La jurisprudencia, la ciencia política y la propia psicología, de la cual procede el término, han coincidido en señalar como perversiones políticas, culturales y sociales a las tragedias perpetradas por el mismo hombre como las dos guerras mundiales, el Holocausto o las matanzas de armenios y pueblos africanos; los millares de italianos y españoles asesinados por el fascismo y el franquismo, y los múltiples genocidios ocurridos a lo largo del siglo XX.

Mientras en la faz privada el término comenzaba a aceptarse en cuanto a la órbita sexual, otorgando a la libertad individual una preponderancia indispensable que no dañe al par, en la faz social, colectiva y política, la perversión se ejercía maquiavélicamente, borrando al individuo, asesinándolo o desapareciéndolo. Impune o clandestinamente ejercida esa abyecta perversión. Contra una etnia, un grupo social o político, una nacionalidad o una masa. Desde afuera por parte de otro país o potencia, o adentro del mismo seno social, tal cual ocurre con los abusos sexuales a menores dentro de la propia familia, así se han ejercido las perversiones sociales. Y dentro de ellas también las violaciones, las violencias de todo tipo, las torturas físicas y psicológicas llevadas al límite de la barbarie, de lo impensado, de lo inhumano.

Esta semana un candidato a presidente (el que según las encuestas marcha segundo -lejos, por suerte- no es del FPV) dijo que de ser electo en la contienda de 2015, iba a ”terminar con el curro de los derechos humanos”. Desde luego el matutino de los Mitre, ese que los garcas despliegan cual sábanas en las mesas desde que la Argentina es tal, para congraciarse con cuanta ruindad se ejerza sobre los más desposeídos del país; esos socios del otro matutino de la cornetita en el despojo de Papel Prensa en una mesa de tortura (justamente) tituló tal cual su candidato lo dijo. Porque en realidad ese candidato, con su brutalidad, su permanente beneplácito ante los negociados, su coincidencia con lo peor del conservadurismo retrógrado, su desesperado deseo por volver al país de las “relaciones carnales” con el imperio (esa señora perversión), los expresa. Dice aquello que aún ellos procuran disfrazar en sus editoriales y columnas de opinión, y no se animan a verbalizar porque da un poquito de vergüenza. Pero ahí aparece él, su candidato, y dice con desparpajo, a viva voz, la bestialidad que los une, los nutre, los aglutina.

Uno sabe del desprecio de este tipo, de estos tipos, por los más débiles. Allí caben varios tipos sociales: pobres, jóvenes, mujeres, homosexuales, extranjeros, delincuentes (que no sean de guante blanco)... Todos enemigos, todos segregados hasta límite de lo posible. ¿Cómo no iban a entrar los familiares de quienes combatieron ese desquicio, ese principio del fin que fue el plan económico de Martínez de Hoz y sus socios?

Ojalá Macri ni ninguno de los del bando de los que hasta hace once años escribieron solos el relato de la Historia, deba pasar por el infierno que debieron soportar quienes buscaron y en muchos casos todavía buscan un lugar adonde llevar una flor para sus hijos, maridos, esposas, amigos, hermanos, porque se los arrancaron en plena noche, en plena y tenebrosa oscuridad y silencio y complicidad (sobre todo de esos medios antes mencionados al servicio del genocidio porque estuvieron en la mesa chica que lo planeó). Ojalá tengan una causa, una sola, detrás de la que valga la pena luchar sin descanso, pacíficamente, enarbolando por décadas nada más que la bandera de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Esa bandera que recogió el gobierno que nos enamoró, precisamente, tan alejado de todas sus madrigueras de odio, donde los verdugos siempre han encontrado un refugio, una justificación, una trinchera.

La lógica de estos perversos hoy los lleva al límite abyecto de llamar “curro” a la lucha de estos organismos, hoy impulsados, apoyados y financiados por el Estado; sí, como corresponde, como correspondió siempre desde que se reinstauró la democracia. Ellos, quienes de verdad “curraron” cuando el Estado era terrorista (la familia Macri ostenta uno de los mayores incrementos patrimoniales durante dicho período), se dan el lujo (más que nunca “vulgaridad”, gracias Indio) de tildar de robo el apoyo estatal a sus causas.

Seguramente algún día, en esta Patria Nueva con la que nos enseñaron a soñar y construir Néstor y Cristina, cuando la Justicia sea tal y se limpie de Bonadíos y otros partícipes necesarios de todo este oprobio que quiebra la salud de nuestro perversamente castigado cuerpo social, estos tipos deban rendir cuentas por toda su impunidad: la de ayer, la de hoy, la de toda la vida. Y no estén tan convencidos de que eso no es posible.


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