lunes, 27 de octubre de 2014

                                                 HOMENAJE A NÉSTOR
                                               "El MEJOR DE NOSOTROS"
                                                                            (por Pablo Mattesz para SOSTIENE K)
 La única derrota real de estos once años ha sido tu pérdida. Hubiera sido hermoso verte ganar esa elección a Presidente que se venía, por mucho más que aquel exiguo 22 % de 2003, cuando nos convidaste a tu precioso sueño. Ahí comenzaron las mezquindades que jamás se han visto en la Patria con tanto desparpajo, con tanta saña: el monigote de Anillaco negándose a perder y entonces “qué me importan la democracia, las instituciones, la legitimidad de un nuevo gobierno dentro de un país incendiado (aunque yo haya puesto buena parte de la madera para el fuego)… Yo me bajo y listo, si total éste dura menos que Rodríguez Saa…”
Y te amenazaron desde el primer día en el pasquín ese que necesitás dos mesas para desplegar tanta malsana vocación golpista y bosta rural. Y los otros, los verdaderos dueños de la pelota (del papel, en realidad; y del fútbol, y de los fondos jubilatorios, y de las señales de cable a lo largo y ancho del país, y del canal con mayor encendido históricamente, regalado por el monigote, y de las conciencias de casi todos los que se paran ante un micrófono o se sientan ante una computadora o una banca en el Congreso…) aún agazapados y no tan desembozados como sus socios menores, jamás esperaron lo que se venía. Tuviste que embarrarte con ellos. La gobernabilidad y la construcción de poder político te obligó a mantenerle varios de sus privilegios. Pero ya con tu compañera en el gobierno y vos como jefe político de todos nosotros fuimos por varios de esos privilegios, que son tantos y tan diversos que aún con Leyes de por medio, sancionadas y promulgadas, todavía tenemos que seguir luchando día a día para poder hacer cumplir.
Todos estos años que forman parte de tu sueño nos enseñaron todas esas cosas. Nos devolvieron el amor al lugar de uno, el sentido de pertenencia, el nacional y regional. Fuiste el Presidente de los derechos humanos. El que bajó los cuadros de los genocidas. El de la derogación de las leyes de impunidad. El que le devolvió la ESMA a quienes lucharon por décadas contra el olvido y por la justicia, con un discurso que si dudábamos todavía de tus intenciones, nos dejó en claro para siempre desde qué lugar y en nombre de quiénes estabas gobernando.
Con tu cuadernito ibas viendo y pagando cada compromiso, sin descuidar al pueblo que no podía esperar más, “con el pueblo adentro”, como repiten tu compañera Presidenta y tu hijo Máximo. Les dijiste en la cara a los poderosos del mundo que si no nos dejaban crecer nos moríamos, así de sencillo; y produjiste la quita de deuda más formidable que un país haya logrado en su negociación con acreedores externos. Le pagaste al FMI y nunca más fueron en esta parte del mundo los virreyes que semejaban ser en las décadas anteriores.
Fuiste a Mar del Plata con Chávez, Evo, Diego y una multitud a decirle en la cara al otrora patrón del norte que las relaciones carnales habían terminado, que acá había un pueblo digno que no obedecía más las órdenes que lo llevaron a su casi extinción.
Enfrentaste una elección de medio término en la que te pusiste el equipo al hombro en 2009, cuando veníamos de casi un golpe institucional de los ruralistas aliados hasta con la izquierda trotskista, la traición de un vicepresidente y la complicidad de casi todos. Perdiste “por dos puntitos” con otro mamarracho que ni fue a honrar al Congreso con su trabajo los votos obtenidos. La derrota mínima ni te afectó: juntaste a tus compañeros todos y nos dijiste “a levantar la cabeza, con alegría, con más militancia que nunca” y gestaste el Fútbol para Todos, para terminar con eso de que unos pocos puedan disfrutar de lo que les apasiona a casi todos.
No parabas, ni siquiera cuando era lo aconsejable (mucho menos, en realidad, si era lo aconsejable) y tu corazón, ese bombo peroncho que latía por todos nosotros como ninguno, ese que hizo que te tiraras de cabeza (literalmente en los actos a los que ibas) en los brazos del pueblo, que nos abrazaras con un amor que desconocíamos o habíamos olvidado después de tantos palos, traiciones y olvidos; ese corazón amante de tu Compañera (ya nuestra para siempre, también), tus hijos, tus amigos, tus pasiones (que algunos compartimos fervorosamente acá por Avellaneda); ese amoroso corazón dijo basta porque vos nunca lo ibas a decir.
Entonces perdimos tu presencia real. Pero te ganamos como hombre de la Historia, como líder indiscutido, como nuestra más linda bandera, como ese capitán del equipo que pide la pelota en las más fieras, que la saca del fondo del arco cuando ya parece imposible revertir algo de lo que ocurre, y nos mira uno por uno a los ojos, nos interpela, nos prueba, nos pega tres gritos, pero también nos acaricia, nos tiende la mano y nos levanta. Y así no hay rival que nos pueda.
Creo que ni vos sabías lo que generaste en tu pueblo luego de tan pocos años. Merecías haber vivido lo que fue tu despedida. Pocas cosas me tocaron ver más emotivas que ese desfile, esas lágrimas, ese compromiso para siempre que todos te brindamos. Te devolvimos todo el amor que nos diste en una gigantesca demostración popular, de esas que a vos te encantaban.
Hoy, a cuatro años de aquel día, los pibes, esos que vos querías como motor de todo lo que es, lo que verdaderamente es, te recuerdan con jornadas solidarias a lo largo y ancho de todo el país. Grosos nuestros pibes. Néstor nuestros pibes. Guardianes (junto a Cristina) de tu sueño, que goza de buena salud, Pingüino del alma.

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