jueves, 7 de agosto de 2014

UNA ESTELA EN EL MAR DE LA CONCIENCIA- Por Pablo Mattesz para SOSTIENE K

UNA ESTELA EN EL MAR DE LA CONCIENCIA
(por Pablo Mattesz)
Ahora que el llanto de felicidad aflojó (un poco, nomás), es tiempo de pensar, comunicar, compartir, volver a dar testimonio.
La conciencia de un pueblo es como la marea, que va y viene trayéndose y llevándoselo todo: la tragedia y el grotesco, el horror y la dicha; a veces serena, otras furiosa.
En el mar de la conciencia de los argentinos, hace años que una Estela deja su huella de amor, de inclaudicable búsqueda amorosa, a favor de la corriente de la vida, corriéndole pacientemente una carrera al tiempo, a la indiferencia, a los cansancios, a las pérdidas, a los dolores.
El pueblo argentino tiene un antes y un después de la última dictadura cívico militar. Esa sí que es una verdadera grieta que nos atraviesa; que hizo que nunca más podamos ser los que fuimos antes de ese horror, de esa barbarie, de esa vergüenza.
Estela lo sufrió todo: el secuestro de su marido, la desaparición y asesinato bestial de su hija, la apropiación de su nieto. Todo lo enfrentó con un coraje y un amor infinitos. Sonriendo siempre. Luchando sin detenerse, sin darse tiempo para el lamento, el desenfreno o la intolerancia.
Esta maestrita del conurbano aprendió a reivindicar las luchas de su hija; a soportar los ataques frontales y los solapados; a derretir a fuerza de sonrisas y suavidades los calores del odio que anida en el otro lado de la grieta.
Así nos enseñó tanto la Seño Estela. Sobre todo a asumir al enemigo con las leyes y los argumentos en la mano. A soportar los embates de la violencia con firmeza pero con dulzura. A transitar el camino de la lucha con la convicción profunda de tener la razón humana de tu lado.
Merecías tanto, amada Estela, encontrar a tu nieto. Vos, que mostrabas tanta felicidad cada vez que recuperaba alguno su identidad. Todos esos muchachos y chicas, esos hombres y mujeres que en muchos casos ya doblan en edad a sus padres desaparecidos; con su alegría, con su compromiso militante, son la prueba cabal de que les ganamos. Que esos pibes setentistas que aún a sabiendas del riesgo enorme de vida que corrían se empeñaban en traer hijos al mundo, plantaron una semilla que sigue dando frutos. Que los sigue y seguirá jodiendo. Que es la vida misma burlándose a cada paso de la muerte, del horror, del martirio feroz que enfrentaron sus viejos.
Estela en el mar de nuestra conciencia colectiva, nosotros también agradecemos, modestamente, haber vivido este reencuentro tuyo con tu sangre, con la sangre de Laura y de Guido, que pintan desde el cielo una sonrisa enorme, una sonrisa amorosa de justicia, una sonrisa marca Estela.

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